Valencia de Alcántara versus Castelo de Vide

La distancia entre ambas es de solo treinta kilómetros, con la frontera casi a la mitad de ambas. Una frontera que, afortunadamente hoy dia, solo figura en los mapas y no en las carreteras. Cuando contraje "la fiebre" de los megalitos, y una vez visitados los más importantes, y casi todos los demás, de Andalucía (por cercanía) decidí acudir a "la llamada" de las piedras entre Cáceres y el Alentejo.

Desde Ceuta a la Sierra Norte de Huelva hay tres horas de carretera, más una de barco. En Fregenal de la Sierra un camarero me puso en un apuro preguntándome qué jamón estaba más bueno, el de Jabugo o el de Fregenal. Qué dilema. Hace ya tres años de este viaje y aún no me he decidido.

Amanecí en Jerez de los Caballeros Templarios y tras pasar por el Ayuntamiento me fuí a conocer de primera mano el dolmen de Toriñuelo, a seis kilómetros del pueblo. Me impresionó doblemente. Primero por el monumento en sí mismo y segundo porque cuando nos llegan noticias de los grandes dólmenes peninsulares (tholos en este caso) apenas se le menciona.

Es sencillamente espectacular, con un corredor de veinticinco metros con dos inclinaciones en rampa para acceder a la cámara, donde varios de sus ortostatos (losas verticales que conforman las paredes de un dolmen) presentan pinturas y grabados. Cubierto por un túmulo de mas de setenta metros de diámetro. Tan magnífico como los de Antequera, Valencina o Trigueros.

Antes de llegar a Valencia de Alcántara pude visitar otro dolmen en Barcarrota. Esta bonita localidad pacense tiene cuatro rutas dolménicas. Yo aproveché mi dirección hacia Valverde de Leganés para visitar el de La Lapita, ya que me pillaba de paso.

Una vez en Valverde y utilizando mi PPR (Preguntar al Personal Rural) me indicaron dos dólmenes en la carretera hacia Almendral, El Romo y El Revellado. Tuve que saltar muros y alambradas, atravesar sembrados, perderme dos veces y dar de bruces en una acequia. Ambos, sin embargo, merecieron la pena.

Pasé por Badajoz sin parar y sin parar pasé La Raya, hasta caer rendido en un hostal de Valencia de Alcántara. Al día siguiente, de noche aún, ante cinco rutas posibles de dólmenes me dieron "los nervios" porque quería verlos todos.

Cuando ví estos tres me relajé, y comprendí que este lugar merece mas tranquilidad y tres o cuatro dias para patear los robustos berruecos.

Anotado volver.

Berruecos. Típico paisaje de la comarca.

 

Lo primero que me encontré al cruzar la frontera fué este semáforo móvil en las inmediaciones de Castelo de Vide.

Tomé un hotel con muy buena pinta en cuya recepción me ofrecieron amablemente un magnífico folleto con indicaciones claras y precisas para llegar a todos los monumentos megalíticos de la comarca. En un hotel, sin tener que acudir a las oficinas de turismo, Ayuntamientos, etc... ¡Con dos cojones! Por cierto, el hotel estaba impecable y me costó treinta euros.

Temprano del día siguiente, con mi folleto bajo el brazo, me dispuse a pasar una de esas inmejorables jornadas megalíticas. Empecé pues buscando el dolmen de Melrica, a un solo kilómetro del pueblo.

En otros cuatro kilómetros llegué al dolmen de Sobral. Como ya he apuntado anteriormente en este blog, los portugueses no solo no ponen impedimentos para que los "buscapiedras" accedan a sus fincas, a sus quintas, sino que te facilitan la entrada.

A tres kilómetros del casco urbano se encuentra un grupo dolménico denominado Coureleiros. Algunos de ellos ya están muy deteriorados, como este al que solo le queda un ortostato.

Otro se encuentra pegado a una vivienda, con seis encinas y rodeado de un muro de piedras.

Muy cerca de esta necrópolis está el extraño dolmen de Pombal...

 
...y algo mas alejado, a siete kilómetros, el fabuloso menhir de Meadas, el más grande de la Península Ibérica.

Aún me sobró tiempo para almorzar en la plaza del pueblo. Bacalao asado y una botella de vino alentejano, ahí es nada. Pasé la tarde en la localidad cercana de Marvao, en lo alto de una peña, por esta carretera.